La red oculta de la infraestructura crítica: Por qué es imprescindible planificar la resiliencia

Preparación y capacitación en modelos de Policrisis

Comunidades Seguras03 de junio de 2025RNRN
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La civilización moderna se basa en una red frágil e interconectada de servicios vitales: electricidad, agua, transporte, comunicaciones, atención sanitaria, finanzas y suministro de alimentos. 

Estas infraestructuras críticas no son silos aislados, sino elementos de un sistema vivo, dinámico y altamente dinámico. Cada servicio depende de otros para funcionar, a menudo de formas ocultas, no lineales y profundamente complejas. Cuanto más conectado esté nuestro mundo, más se convierte esta interconexión en una fuente de fortaleza y, al mismo tiempo, en un posible punto de fallo.

La infraestructura crítica se comporta como un sistema complejo, definido por redes de dependencias, bucles de retroalimentación y comportamientos emergentes. A primera vista, las dependencias parecen obvias: los hospitales necesitan electricidad, las telecomunicaciones necesitan la red eléctrica y los servicios de agua requieren tanto energía como datos para funcionar. 

Pero en el fondo, surgen dependencias de segundo y de orden superior, que incluso los expertos en la materia podrían no reconocer hasta que sea demasiado tarde. Por ejemplo, un corte de electricidad en una región puede derivar en una falla de telecomunicaciones, desactivando las capacidades de control remoto de otras redes, lo que provoca descoordinación en el transporte o demoras en las respuestas de emergencia.

Lo que hace poderosos a estos sistemas es también lo que los hace peligrosos: la interdependencia . Si se diseñan adecuadamente, estos sistemas pueden exhibir resiliencia. Al igual que un ecosistema sano o un organismo bien equilibrado, pueden absorber disrupciones, adaptarse y autocorregirse. La redundancia, la adaptabilidad y el control distribuido son los pilares de esta resiliencia. Sin embargo, cuando estas cualidades faltan o están desalineadas, un fallo en un área puede desencadenar una reacción en cadena, lo que los teóricos de sistemas denominan «fallo en cascada».

Las fallas en cascada son especialmente peligrosas en el sector eléctrico. Un apagón importante que inutiliza grandes segmentos de la red, perjudica las cadenas de suministro de combustible y dificulta las comunicaciones de emergencia se conoce como un evento de cielo negro. Estos eventos son poco frecuentes, pero de gran impacto, y revelan la fragilidad subyacente de los sistemas que se consideran estables. A diferencia de las interrupciones típicas, los escenarios de cielo negro ponen a prueba la capacidad de respuesta de todos los sectores simultáneamente, lo que pone de manifiesto nuestra falta de preparación ante riesgos verdaderamente sistémicos.

Una dificultad clave para prepararse para tales eventos reside en la naturaleza no lineal de los sistemas complejos. Gestionar dos crisis separadas, como un ciberataque y un fenómeno meteorológico severo, ya es un desafío. Pero gestionarlas juntas, en lo que ahora se denomina una "policrisis", es exponencialmente más difícil. Las interacciones entre disrupciones simultáneas conducen a comportamientos emergentes, donde la suma es peor que sus partes. La intuición humana y la experiencia previa a menudo no son suficientes para predecir estos resultados.

Por eso, una de las frases más comunes tras una crisis como esta es: "Esto no debería haber ocurrido". La realidad es que muchas organizaciones solo planifican para lo conocido. Crean estrategias basadas en lo que ya han visto, en lugar de prepararse para la evolución de los sistemas complejos. Pero la resiliencia exige un cambio de mentalidad: de gestionar los riesgos conocidos a anticipar amenazas complejas, interconectadas y en constante evolución.

La planificación proactiva de la resiliencia no solo reduce el riesgo, sino que también ahorra dinero. Invertir en ejercicios intersectoriales, modelos de simulación y pruebas de estrés puede parecer costoso al principio. Pero es mucho más económico que las pérdidas derivadas de la recuperación, el daño a la reputación, las sanciones regulatorias y las interrupciones prolongadas del servicio.

Desde el Programa City Risk Setenta se ha lanzado una campaña masiva de capacitación para Gobiernos Locales y empresas en el marco de un plan de Gestión Integral de Riesgo con el fin de preparar un futuro mas resiliente.

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