El despertar de los minerales tecnológicos: por qué Argentina debe volver a mirar su propio suelo

En medio de la carrera global por los recursos críticos, el país se encuentra ante una ventana de oportunidad histórica que va mucho más allá del litio. Desde la tierra roja de Misiones hasta la estepa patagónica, un mapa geológico olvidado reclama ser revalidado con tecnología moderna para confirmar lo que estudios de décadas pasadas ya insinuaban: Argentina tiene el potencial de ser un jugador clave en el mercado de las tierras raras.

Minería & Energia17 de diciembre de 2025 RN
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La transición energética y la revolución digital han redibujado el mapa de la geopolítica mundial, colocando a un grupo de diecisiete elementos químicos, conocidos como tierras raras, en el centro de la disputa entre las grandes potencias. Estos minerales, esenciales para la fabricación de imanes permanentes de turbinas eólicas, motores de vehículos eléctricos y sistemas de defensa avanzados, son hoy el talón de Aquiles de Occidente frente al dominio del mercado asiático. En este contexto, Argentina enfrenta un imperativo que es tanto económico como de soberanía: desempolvar los viejos mapas del Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR) y lanzar una campaña agresiva de re-exploración en sus provincias con mayor potencial geológico.

La urgencia de esta tarea radica en que el potencial argentino no es una mera especulación teórica, sino que se sustenta en indicios concretos que han dormido en los archivos técnicos durante demasiado tiempo. El caso del sur de Santiago del Estero es emblemático y exige una atención inmediata. Las localidades de Sumampa y Ojo de Agua se asientan sobre formaciones geológicas de rocas alcalinas y carbonatitas, estructuras que en otras partes del mundo son la fuente primaria de estos elementos. Estudios preliminares históricos ya habían detectado anomalías de monacita en la región, un mineral portador de tierras raras livianas. Sin embargo, la falta de campañas modernas de perforación y muestreo sistemático ha impedido dimensionar el volumen real de esta riqueza. Volver a Sumampa no es solo una opción técnica, es una necesidad estratégica para validar si el subsuelo santiagueño esconde la llave de la industria tecnológica nacional.

Similar es el escenario en la región de Cuyo, específicamente en la provincia de San Juan. Las sierras de Valle Fértil presentan condiciones geológicas que justifican una inversión exploratoria de alto nivel. Allí, la presencia de pegmatitas y otros cuerpos intrusivos sugiere la existencia de concentraciones de minerales que, con las tecnologías de detección actuales —mucho más sensibles que las de hace cuarenta años—, podrían revelar depósitos económicamente viables. No se trata de comenzar de cero, sino de confirmar con ciencia del siglo XXI lo que la geología clásica ya señalaba como áreas de alto interés. La exploración en San Juan permitiría diversificar la matriz minera provincial, hoy muy concentrada en el cobre y el oro, agregando un vector de desarrollo vinculado a la alta tecnología.

Quizás una de las apuestas más intrigantes y menos discutidas es la de la provincia de Misiones. A menudo ignorada en el mapa minero tradicional, la geología misionera comparte características con las regiones vecinas de Brasil donde se han hallado depósitos de tierras raras de tipo adsorción iónica en arcillas y lateritas, derivadas de la alteración de rocas basálticas. La omnipresente tierra roja y los extensos mantos de basalto de la provincia mesopotámica podrían albergar concentraciones de estos elementos estratégicos en sus capas superficiales, lo que facilitaría una extracción de menor impacto y costo en comparación con la minería de roca dura. Es imperativo que el Estado y el sector privado inicien estudios geoquímicos en los suelos misioneros para descartar o confirmar esta hipótesis que podría cambiar el perfil productivo del noreste argentino.

Finalmente, la mirada debe dirigirse indefectiblemente hacia el sur. La Patagonia argentina es un vasto territorio con un potencial inexplorado en su justa medida. Más allá de los conocidos yacimientos de uranio en Chubut, que suelen estar asociados a la presencia de tierras raras, la inmensidad de Santa Cruz y el macizo del Deseado ofrecen un terreno fértil para el hallazgo de estos minerales críticos. Incluso, la proyección hacia la plataforma continental y el Atlántico Sur abre interrogantes sobre la presencia de nódulos polimetálicos y costras de ferromanganeso ricos en tierras raras. Una política de Estado seria debe contemplar la Patagonia no solo como productora de hidrocarburos, sino como una reserva estratégica de los materiales que definirán el futuro energético.

Argentina tiene el deber de salir de la pasividad. Los indicios en Santiago del Estero, San Juan, Misiones y la Patagonia son luces de alerta que invitan a la acción. Confirmar la presencia de estos recursos no solo atraerá inversiones genuinas, sino que otorgará al país una carta de negociación invaluable en el tablero internacional. La geología fue generosa con nuestro territorio; ahora depende de la decisión política y empresarial transformar ese potencial latente en una realidad productiva que asegure el desarrollo nacional para las próximas décadas.

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