
CR-70 en Territorio
En un país como la Argentina, la economía de la biodiversidad aún se comprende poco, y la pérdida de la naturaleza, que proporciona polinización, agua potable y otros servicios ecosistémicos, suele considerarse un impacto económico principalmente local. Sin embargo, la naturaleza tiene un valor intrínseco y también un valor extrínseco para muchos sectores de la economía. La destrucción de la naturaleza tiene costos globales, ya que acelera las alteraciones climáticas al liberar gases de efecto invernadero a la atmósfera, provoca estrés hídrico y pérdidas de cosechas que reducen las exportaciones de alimentos, y puede obligar a las personas a desplazarse. Algunas de las consecuencias son sistémicas. Otras son a largo plazo, ya que las posibles soluciones a los problemas humanos presentes en ecosistemas intactos, como los medicamentos y las biotecnologías, se pierden para las generaciones futuras.
Los beneficios de la naturaleza, y en particular de la biodiversidad, no generan flujos de ingresos que protejan los activos de capital natural de la degradación. Los costos de la destrucción de los ecosistemas aún no se contabilizan en gran medida. La financiación para la biodiversidad es muy pequeña en comparación con lo que se requiere para su mantenimiento. La mayoría de las fuentes provienen de fondos estatales o públicos, o de la filantropía privada. Debido a la complejidad de la biodiversidad y a que se ha ignorado en gran medida como un problema económico, los mecanismos de mercado aún se encuentran en una etapa temprana de desarrollo. La naturaleza aún no figura en muchos balances ni se integra en las evaluaciones de riesgos de los sectores público y privado.
El programa City risk-70 junto al sector privado invitan a los Gobiernos Locales a desarollar mecanismos de valuación para fomentar procesos de estudio de contabilidad ambiental que permitan a las empresas a contabilizar los beneficios de la importancia de mantener ecosistemas saludables.
Lamentablemente, Argentina tiene un amplio historial de experiencias y desastres recientes que nos invita a reflexionar sobre la importancia de las consecuencias económicas de la degradación de la naturaleza, incluidos los riesgos sistémicos, dado que hasta el día de hoy, la gestión actual del gobierno nacional y gobiernos anteriores no han dimensionado los riesgos de pérdida de la naturaleza dado que no lo estudian ni lo contabilizan en las finanzas públicas.
Por su parte, Peter Sundheimer, Director ejecutivo del Programa planteó que la degradación de los activos naturales representa un riesgo sistémico para el sector financiero, ya que la economía en su conjunto y las empresas individuales dependen de los servicios ecosistémicos que proporciona la naturaleza. Además, las soluciones basadas en la naturaleza suelen ser rentables para reducir los riesgos climáticos. Por lo tanto, invitar a las empresas y a los gobiernos locales a la incorporación de los riesgos climáticos en los mandatos de estabilidad financiera implicaría la inclusión de algunos riesgos para la biodiversidad, beneficiando en algunos casos la infraestructura crítica y preservando las cadenas de suministro.
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