LA DEFENSA SILENCIOSA DEL CONURBANO: ALERTA SOBRE EL FUTURO DE LA PRESA ROGGERO

​"Obsolescencia electromecánica y fatiga estructural: Análisis de vulnerabilidad crítica ante un escenario de colapso por presión hidrostática y precipitaciones extremas"

Infraestructura 16 de diciembre de 2025RNRN
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A tan solo 40 kilómetros del epicentro político del país, en la convergencia limítrofe de Moreno, Merlo, Marcos Paz y General Rodríguez, yace dormido un gigante de hormigón armado cuya fatiga estructural podría desencadenar la mayor catástrofe civil de la historia reciente de la provincia. La Presa Ingeniero Carlos F. Roggero, inaugurada en 1972 como la solución definitiva para la regulación de la cuenca alta del Río Reconquista, ha dejado de ser un garante de seguridad para convertirse en una bomba de tiempo hidrológica. Tras más de medio siglo de servicio, la obsolescencia técnica y una negligencia administrativa crónica han colocado a esta infraestructura crítica al borde de su capacidad operativa, planteando un escenario apocalíptico para millones de habitantes del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).

​La ingeniería hidráulica es implacable y no perdona la desidia. En la actualidad, la presa enfrenta una "tormenta perfecta" técnica: la combinación letal de una infraestructura envejecida y un régimen hidrometeorológico violentamente alterado por el cambio climático. Los modelos de recurrencia de lluvias utilizados hace cincuenta años han quedado obsoletos frente a las nuevas precipitaciones de alta intensidad y corta duración. Si la Provincia de Buenos Aires persiste en su política de mantenimiento deficiente, ignorando la imperiosa necesidad de modernizar los sistemas electromecánicos de las compuertas y asegurar la integridad de los vertederos, el riesgo deja de ser una hipótesis para convertirse en una certeza estadística. Una falla en la maniobra de apertura durante una crecida súbita sometería al muro de contención a una presión hidrostática superior a su diseño de ruptura, provocando un colapso estructural que liberaría, en cuestión de horas, el volumen devastador de un embalse de 46.000 hectáreas sobre la población civil.

​La proyección técnica de una rotura en la Roggero dibuja un mapa del desastre aterrador. La onda de crecida se comportaría como un tsunami fluvial, arrasando con violencia cinética la cuenca media. Los municipios de Moreno y Merlo serían la zona cero, sufriendo una devastación inmediata de sus infraestructuras costeras. La masa de agua, ganando velocidad y caudal, avanzaría implacable hacia Ituzaingó, Hurlingham, San Martín y Tres de Febrero, desbordando cualquier sistema de drenaje urbano existente y anegando cascos urbanos consolidados. El impacto final en la cuenca baja, sobre Tigre y San Fernando, sería catastrófico, especialmente si la onda de inundación colisionara con una sudestada, generando un tapón hidráulico que elevaría los niveles del agua a cotas nunca antes registradas, sepultando barrios enteros bajo el lodo.

​Pero el escenario no se limita a la destrucción física; las consecuencias socioeconómicas y sanitarias adquirirían dimensiones de seguridad nacional. El colapso de la presa implicaría la destrucción de tramos neurálgicos del Camino del Buen Ayre, seccionando la arteria logística más importante del oeste y provocando pérdidas económicas multimillonarias por el cese del transporte de cargas. Sin embargo, el verdadero horror sería invisible: el Río Reconquista es un vector de contaminantes industriales y biológicos de alta toxicidad. Su desborde masivo no sería solo de agua, sino de un lodo venenoso cargado de metales pesados y bacterias patógenas, desatando una crisis sanitaria epidemiológica sin precedentes que colapsaría los hospitales y dejaría secuelas de salud pública durante generaciones. Ignorar el estado crítico de la Presa Roggero no es un error de gestión, es una sentencia condicional dictada contra el futuro de la región más densamente poblada de la Argentina.

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