El fenómeno Dante Gebel y el riesgo de la "fe política": Un camino de promesas y resultados inciertos en Argentina

El paradigma de la democracia confesional: implicancias de la convergencia entre liderazgos carismáticos de base religiosa y la gestión del Estado laico en Argentina

Política 31 de diciembre de 2025RNRN
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Buenos Aires, 2025. La escena política argentina, históricamente propensa a la aparición de figuras disruptivas, asiste hoy a un nuevo capítulo con el lanzamiento de Consolidación Argentina. Este espacio multisectorial no es solo una plataforma programática, sino el vehículo que busca proyectar la figura del pastor evangelista Dante Gebel hacia la Casa Rosada. Aunque el carismático orador suele suavizar su discurso hablando de servicio y unidad, la estructura ya está en marcha, despertando tanto entusiasmo en sus fieles como alarmas en los sectores que defienden la laicidad del Estado y advierten sobre los peligros de amalgamar la fe con el ejercicio del poder público.

La irrupción de Gebel no es un hecho aislado, sino la culminación de un proceso de años donde el "pastor de los estadios" ha coqueteado con el poder desde su base en Estados Unidos. Sin embargo, la historia argentina reciente deja una lección persistente: la mezcla de púlpito y militancia rara vez ha resultado en una gestión eficiente. Desde el retorno de la democracia en 1983, diversos gobiernos han intentado capitalizar el capital simbólico de la religión, o bien, sectores confesionales han intentado asaltar el poder político, obteniendo resultados que, lejos de ser milagrosos, han sido sistemáticamente magros o conflictivos.

Durante la presidencia de Raúl Alfonsín, a pesar de su perfil laico, el radicalismo debió enfrentar una relación tensa y a veces negociada con la jerarquía católica por leyes civiles fundamentales, sin que esa interacción lograra frenar las crisis económicas. Posteriormente, en la década de los 90, Carlos Menem utilizó la cercanía con sectores conservadores para legitimar sus políticas, periodo en el que también emergieron los primeros partidos evangélicos con fuerza propia, terminando casi siempre en fracasos electorales o escándalos de personalismo. Incluso en la era Kirchner, la relación con la Iglesia pasó del enfrentamiento a la búsqueda de la bendición papal, utilizando la fe como herramienta de polarización que no resolvió la pobreza estructural.

El riesgo fundamental de propuestas como la de Consolidación Argentina radica en la naturaleza misma del liderazgo mesiánico. Cuando un candidato es percibido como una figura providencial, el debate democrático se resiente, ya que la política es el arte del consenso y la negociación, mientras que la religión se asienta sobre dogmas y verdades absolutas que no admiten el disenso. La experiencia en países vecinos como Brasil demuestra que, aunque estos bloques logran un gran poder legislativo, suelen enfocarse en agendas morales restrictivas, descuidando la complejidad técnica de la macroeconomía y la administración del Estado.

Argentina mantiene una deuda histórica con la separación efectiva entre Iglesia y Estado. Cada vez que un líder ha intentado utilizar su influencia espiritual para llenar el vacío de representación política, el resultado ha sido una mayor división social y una gestión que termina chocando con la realidad de los números y los derechos civiles. El lanzamiento de la candidatura de Dante Gebel plantea una pregunta incómoda: ¿Es la fe la solución a la crisis de representación, o es simplemente un refugio emocional que posterga las soluciones profesionales que el país necesita de manera urgente?

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