Vulnerabilidad Sistémica: La matriz energética argentina ante el riesgo de un colapso estructural

"La estabilidad ficticia: cómo la parálisis industrial al 40% oculta el inminente colapso de un sistema eléctrico sin reservas, sin transporte y al límite de sus capacidades físicas."

Minería & Energia16 de diciembre de 2025RNRN
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Bajo la superficie de una aparente estabilidad en el suministro eléctrico, el Sistema Argentino de Interconexión (SADI) enfrenta una de sus etapas más críticas en décadas. Mientras el debate público se centra en la readecuación tarifaria hacia la paridad de exportación (pricing internacional), los vectores físicos de la energía —generación, transporte y distribución— operan al límite de sus capacidades técnicas.

El diagnóstico de los expertos es contundente: Argentina se encuentra en una situación de extrema vulnerabilidad energética. La falta de reserva fría y la saturación de los nodos de transporte configuran un escenario donde la estabilidad del sistema depende, paradójicamente, de la recesión económica.

El estrés hídrico en la cuenca del Comahue y el Litoral

La base de generación renovable de gran potencia enfrenta desafíos climáticos severos. Las presas de la Patagonia, históricamente el pulmón energético que permite regular la frecuencia del sistema y aportar potencia de base barata, registran déficits hídricos persistentes. Los embalses de la región del Comahue operan con cotas cercanas a los mínimos operativos, reduciendo drásticamente la capacidad de despacho desde el sur.

Simultáneamente, los complejos hidroeléctricos binacionales, Yacyretá y Salto Grande, vitales para el abastecimiento del Litoral y el AMBA, están sujetos a la volatilidad de los caudales de los ríos Paraná y Uruguay. Sin el aporte pleno de la hidráulica, el sistema pierde su capacidad de respuesta rápida ante picos de demanda, obligando a CAMMESA a recurrir a generación térmica ineficiente y costosa.

La encrucijada nuclear y térmica

La vulnerabilidad se extiende al parque de generación nuclear. Si bien las centrales nucleares (Atucha I, II y Embalse) proveen energía de base indispensable, su operación a máxima potencia se ve amenazada por factores exógenos. Las olas de calor extremas y las bajantes de los ríos afectan los sistemas de enfriamiento.

Desde el punto de vista termodinámico, cuando la temperatura de la fuente fría (río) aumenta, la eficiencia del ciclo disminuye, y por protocolos de seguridad, los reactores deben reducir su potencia o salir de servicio (scram) para evitar el sobrecalentamiento. En un verano de altas temperaturas, la indisponibilidad de un bloque nuclear de 700 MW podría desestabilizar la red completa.

El cuello de botella: Transporte y falta de anillos

Quizás el déficit más grave y menos visible sea la saturación del sistema de transporte en Alta Tensión (500 kV). Argentina genera energía, pero carece de la infraestructura suficiente para transportarla desde los centros de producción hacia los centros de consumo.

Es imperativo ampliar la capacidad de transporte y cerrar nuevos anillos de seguridad que permitan redespachar cargas ante fallas en líneas troncales. Actualmente, el sistema opera radialmente en muchos sectores; el corte de un vínculo principal deja aisladas a regiones enteras. La falta de inversión en la expansión de líneas de 500 kV y estaciones transformadoras ha dejado al sistema sin redundancia. Cualquier contingencia —un incendio de pastizales debajo de una línea o una falla técnica— deriva en la actuación de los esquemas de alivio de carga (DAC), es decir, apagones forzados para salvar el sistema.

La paradoja del gas: Abundancia sin transporte

A pesar del potencial de Vaca Muerta, el sistema de gasoductos no opera al 100% de su capacidad teórica. La falta de finalización de obras complementarias, plantas compresoras y la reversión de gasoductos clave impide que el gas llegue en los volúmenes necesarios a las centrales térmicas del norte y centro del país en momentos críticos.

Esta limitación en el midstream obliga a quemar combustibles líquidos (gasoil/fueloil) en las usinas, encareciendo el costo monómico de generación y aumentando la logística de abastecimiento, la cual también es susceptible a fallas.

La recesión como "fusible" de seguridad

La adecuación de precios al mercado internacional es una señal necesaria para atraer capital, pero el Capex (inversión de capital) en infraestructura energética tiene tiempos de maduración de años. Hoy, el sistema corre un riesgo inminente.

Es necesario realizar un llamado de atención técnico y desprovisto de optimismo infundado: Si hoy no se registran apagones masivos y rotativos (blackouts), no es por la robustez del sistema, sino por la caída de la demanda.

Con una capacidad industrial instalada funcionando apenas al 40% debido a la coyuntura macroeconómica, la demanda de energía se mantiene artificialmente deprimida. Si la industria argentina estuviera operando a niveles normales de productividad (70-80%), las líneas de transporte y los transformadores de distribución colapsarían ante los primeros calores estacionales.

La estabilidad eléctrica actual es un espejismo sostenido por la recesión. Sin un plan de emergencia para la expansión del transporte y la recuperación de la oferta firme, la reactivación económica chocará inevitablemente contra la pared física de la falta de energía.

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