Cerezas de mi Patagonia: un fruto con identidad santacruceña

En enero de este año, la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca del Ministerio de Economía reconoció oficialmente la Denominación de Origen de la "Cereza del Valle de Los Antiguos - Patagonia".

Agricultura y Bioeconomía 17 de junio de 2025RNRN
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La resolución fue el resultado de un trabajo mancomunado entre productores e instituciones afines, con una activa participación del Gobierno de Santa Cruz  a través del Consejo Agrario Provincial, quienes impulsaron que se logre un reconocimiento de calidad y origen.

Pasaron cuatro décadas desde las primeras cosechas de cereza y la conformación de una cooperativa en la localidad de Los Antiguos, en la zona noroeste de la provincia. Con un clima particular por su ecosistema lindante a la cordillera, rodeado por el Lago Buenos Aires y una temperatura ideal entre luz y la humedad; ha permitido que madure este fruto de color rojizo intenso, con un dulzor y una acidez que distinguen su sabor inconfundible.

En los últimos cinco años comenzó a gestarse la idea de contar con un sello propio, que traduzca todos estos años de trabajo colectivo y que remarque la identidad regional de la cereza antigüense, siendo que además es la más austral del mundo.  

Facundo Kachewski, vocal director del Consejo Agrario Provincial (CAP), fue parte activa de este camino que llevó nada menos que cinco años de trabajo constante. “Se hicieron muchas gestiones. Principalmente se creó una asociación civil integrada por productores, y desde ahí se empezó a cumplir con todos los requisitos que exigía la Secretaría de Agricultura de la Nación”, cuenta.

El proceso no fue sencillo. Uno de los pasos fundamentales fue obtener la personería jurídica de la asociación, una condición clave para avanzar con el trámite nacional. Desde el Consejo Agrario colaboraron estrechamente con estas gestiones y con la articulación con distintos niveles del Estado. “Ahora estamos en la última etapa: conseguir el financiamiento del CFI (Consejo Federal de Inversiones), para implementar la denominación con todos sus protocolos”, agrega Kachewski.

Y es que para que una cereza pueda ostentar este sello de calidad y origen, no alcanza con crecer en un suelo privilegiado. Debe cumplir con ciertos estándares de producción, desde el cultivo hasta la cosecha, que garanticen que ese sabor inconfundible tiene un origen rastreable y controlado.

La cooperativa El Oasis, que agrupa a unos 20 productores, junto con otras asociaciones y empresas privadas, conforman el núcleo de este proyecto. Son ellos quienes desde hace décadas —algunos desde los años 80— vienen construyendo una reputación basada en el esfuerzo, la calidad y la identidad patagónica. “En el ’95 se hizo la primera exportación. Este es un camino que viene de lejos”, recordó Kachewski.

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