Más que un simple bache: La amenaza silenciosa de los socavones bajo nuestros pies

Fenómenos recientes en Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos encienden las alarmas sobre el estado del subsuelo. Expertos advierten que confundir estos colapsos con el deterioro superficial del asfalto es un error peligroso.

Comunidades Seguras16 de diciembre de 2025RNRN
qDEuWmNXD_870x580__1

A simple vista, puede parecer solo otro contratiempo en el camino: un desnivel en el asfalto que obliga a los conductores a maniobrar bruscamente. Sin embargo, en diversos municipios de la Provincia de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe, lo que muchos confunden con simples baches son, en realidad, las primeras señales de un problema mucho más profundo y peligroso: los socavones.

Mientras que los baches son molestias superficiales —producto del desgaste del tráfico y los ciclos de hielo y descongelación—, los socavones son "tumbas" geológicas que se gestan en las profundidades. Su aparición reciente en centros urbanos del país ha puesto en jaque la seguridad de calles enteras.

La anatomía del colapso

A diferencia del bache, que se repara con una capa de asfalto, el socavón es el síntoma final de una enfermedad subterránea. Se forman cuando el agua, actuando como un agente erosivo invisible, disuelve rocas solubles como la caliza y el yeso, o arrastra suelos subterráneos granulares creando cavidades ocultas.

Estas cavidades crecen silenciosamente. Mientras la superficie parece intacta, abajo se está creando un vacío que, al llegar a su punto crítico, se derrumba engullendo todo lo que encuentra arriba. En las zonas ribereñas y de suelos arenosos o sueltos, el agua en movimiento acelerado hace que el terreno sea aún más vulnerable a este proceso.

Una tormenta perfecta: Clima e Infraestructura 

El aumento en la frecuencia de estos incidentes no es casualidad, sino el resultado de la convergencia de factores críticos que se potencian entre sí. Por un lado, el envejecimiento de la infraestructura subterránea actúa como un detonante constante. Las redes de tuberías antiguas fallan con mayor facilidad; una pequeña fuga o una rotura liberan agua al suelo, lavando la tierra que sostiene el pavimento hasta provocar el colapso.

A este deterioro material se suma el impacto directo del cambio climático, que ha empeorado la situación drásticamente. Los fenómenos meteorológicos extremos ejercen una presión inusual sobre el suelo y los servicios. Las sequías prolongadas reducen los niveles freáticos, lo que causa grietas en los suelos y debilita la resistencia de las uniones subterráneas. Posteriormente, cuando llegan las lluvias fuertes, el agua se infiltra por esas fisuras o la escorrentía concentrada sobrecarga los sistemas, desencadenando el proceso de erosión con mayor rapidez.

Un riesgo catastrófico

Las consecuencias de subestimar un socavón pueden ser devastadoras. Actividades humanas como la construcción y la minería, sumadas a fenómenos naturales como terremotos o vibraciones constantes, pueden acelerar su formación. A diferencia de un bache que crece gradualmente, un socavón puede manifestarse de forma súbita, tragándose vehículos o dañando los cimientos de viviendas aledañas.

Ante este escenario, los municipios afectados enfrentan el desafío urgente de no solo reparar la superficie, sino de realizar estudios de suelo profundos y renovar una red sanitaria y pluvial que, bajo la presión del clima y el tiempo, está cediendo bajo nuestros pies.

Te puede interesar
Lo más visto